Reseña de «En el reino de los muertos» de Silver Kane
«La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar», decía Forrest Gump en la famosa película del gran Robert Zemeckis. Y hay quien defiende que los bolsilibros de Silver Kane son algo parecido…
Puesto que algunos argumentan que Francisco González Ledesma ―¿es necesario que recuerde que era el autor que escribía con ese seudónimo?― alternaba novelitas de quiosco excelentes con otras puramente de supervivencia y con una calidad… digamos que discutible. En definitiva, dicen que era un autor de bolsilibros un tanto irregular: capaz de lo mejor y de lo peor. ¡Nunca sabes lo que te tocará!
No estoy del todo de acuerdo. Habré leído ya con la tontería una ingente cantidad de novelitas pulp de este escritor y no sé si es que seré fan sin darme cuenta, pero el caso es que la gran mayoría de sus obras suelen estar por encima de la media. Me suelen gustar.
Sin embargo, hete aquí que me topo justo con lo que a esos ideólogos de la teoría de la irregularidad de Silver Kane podrían quizá considerar como una obra menor. Uno de esos bolsilibros que tal vez no le pillaron precisamente inspirado.
No debería ser necesario señalar que estos autores de la literatura popular patria trabajaban con plazos de entrega casi inhumanos. Más cercanos a la esclavitud que a lo que un escritor en su sano juicio sería capaz de producir. En algunos casos con contratos de hasta seis novelitas al mes, esto es más de una a la semana. Además, Ledesma cumplía su jornada laboral nutricia primero y luego se dedicaba a dar rienda suelta a su máquina de escribir enfundado en su alter ego de Silver Kane.
Y como no es necesario señalarlo, no lo hago. Si lo hiciera, dejaría claro que es más que comprensible que estos productores de palabras sufrieran altibajos en la calidad de sus novelas, destinadas a los quioscos y lo que era realmente popular. ¡Ya nos gustaría a más de uno haber escrito tanto y con ese nivel dadas las condiciones!
Pero me dirijo ya a esta reseña, sin irme más por las ramas con introducciones. En el reino de los muertos era un bolsilibro que prometía en mi imaginación, reincidente de generarse expectativas prácticamente de la nada. Para empezar, es una de esas novelas donde el protagonista es el propio Silver Kane. Es decir, en algunos de sus más de 1400 bolsilibros que escribió creó un personaje con el nombre de su mismo seudónimo. No era el propio González Ledesma, era un escritor que se llamaba Silver Kane. Rizando el rizo, ¿no creéis?
No sé cuántas habrá protagonizadas por ese Silver Kane ficticio. Creo que El lago de Satanás, Semana negra… y es posible que algunas más. Estas dos todavía las tengo pendientes de leer. Bucear en este tipo de bibliografías es eterno.
Pues en En el reino de los muertos, el papel de ese tal Silver Kane que inventa el bueno de Paco Ledesma es casi anecdótico. El bolsilibro está planteado como una carta que le llega a ese tal señor Kane, que incluye una increíble narración de una chica que le pide que la publique y la saque de esa forma a la luz. Prácticamente solo en el primer capítulo, a modo de prólogo, vamos a contar con la presencia de ese personaje de Silver Kane, ya que el presente En el reino de los muertos está narrado en primera persona por esa misteriosa y atractiva dama que firmó la misiva.
Y esta es otra de las características destacadas de este bolsilibro: cuenta con un narrador en modo primera persona.
Que yo sepa no era nada demasiado habitual en esta particular literatura pulp de quiosco que representaban los bolsilibros, donde diría que apostaban más por relatos en tercera persona con muchos diálogos y fuerza para enganchar al lector. Del propio Silver Kane, he leído ya, apostaría que un centenar de títulos y solo recuerdo uno en primera persona, que no es otro que el acertado Yo, Drácula.
De esa manera, en En el reino de los muertos nos meteremos en la piel de una joven universitaria que desea regresar desde Berkeley a Nueva York. La muchacha no se halla en una buena situación económica y acepta un encargo de lo más singular: acompañar en tren a un cadáver que hay que trasladar a la ciudad que nunca duerme. Por supuesto, todo de forma legal y con los correspondientes documentos. Ledesma da a entender que era algo relativamente habitual para personas que querían conseguir unos dólares haciendo un trabajo no muy glamuroso, pero que debía realizarse.
¿Os acordáis que he dejado entrever que no me ha convencido demasiado este bolsilibro? Pues estáis en lo cierto. En el reino de los muertos adolece del principal problema de, al ser una narración de carácter epistolar, damos por hecho que la protagonista ha sobrevivido a toda la aventura. Es decir, al menos ha tenido tiempo para escribirlo todo en un formato legible y enviárselo a ese fulano ficticio de Silver Kane. Inconscientemente eso mata en parte la sensación de peligro que debía experimentar el lector, que asistirá a una narración terrorífica y llena de penalidades y riesgos por las que la joven pasará pero que sabemos que no le costarán la vida.
Si unimos eso a lo que os comentaba al principio de que Ledesma no parece demasiado inspirado en esta novelita, y apuesto a que no iba demasiado bien de tiempo para hacer la entrega, todo desemboca en una narración precipitada y que posiblemente no sabe muy bien adónde se dirige, con el único fin aparente de ir rellenando cuartillas y llegar al final de la misma.
En el reino de los muertos parte de una premisa que tenéis en el propio título y que no voy a desvelar ni detallar para no arruinaros la diversión. Digamos que esa premisa… se sostiene de aquella manera.
Y eso desemboca en que nos demos de bruces con el cóctel amargo del que os hablaba. Narración en primera persona de alguien supuestamente en peligro mortal pero que vive para contarlo luego; una idea algo descabellada, que trata de sustentar el bolsilibro y que no es a prueba de escépticos; aderezado con un Ledesma poco inspirado y probablemente acuciado por las prisas.
Así que En el reino de los muertos no es de sus mejores obras. Me atrevo incluso a decir que es de los peores bolsilibros que he leído de este autor. ¡Y en su defensa diré que aun así es mejor que muchos bolsis de muchos otros autores contemporáneos!
En él abusa tal vez de efectismos, tópicos del terror (más cercano a ese género que a lo que veíamos en Punto Rojo, ya que por aquel entonces Bruguera todavía no había comenzado su colección Selección Terror), unas soluciones tan precipitadas como discutibles, y un acelerado dinamismo impostado que le lleva a escribir capítulos tan cortos que acaba con una veintena de ellos… En definitiva, un Silver Kane en horas bajas.
¿Cómo es eso de «El mejor escribano echa un borrón»? Pues algo así. Para los que abogan por el sambenito de la irregularidad del autor como bolslibrista, este podría ser uno de los casos que para mí encajaría. Aunque, como comenté, no estoy de acuerdo con esa generalización, ya que la media de sus novelitas suele ser muy alta. ¿O es que habré tenido mucha suerte?
Sea como fuere, nunca llueve a gusto de todos.
Si a mí me ha parecido un bolsilibro nada memorable, otros pueden opinar lo contrario. Lo digo porque justo he leído En el reino de los muertos en el recopilatorio que hace unos meses han publicado los amigos de A.C.H.A.B., titulado Ciudadano Kane. En principio es una selección de cinco de sus mejores novelas de quiosco de su larga trayectoria. ¿Veis como hay gustos para todo el mundo?
¿Te ha gustado esta reseña? Si es así, te recuerdo que soy escritor de bolsilibros. Si quieres apoyar mi trabajo y echar un vistazo a mis obras, puedes hacerlo en este enlace. ¡Gracias!
1969, Bruguera. Colección Punto Rojo nº 365. Ilustración de la cubierta: Antonio Bernal